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miércoles, 20 de abril de 2016

Scene Aries

Mientras más me acercaba podía ver a la media luz del túnel su sombra grande doblada en una esquina, usaría seguro ese sombrero gracioso de copa color granate con los broches dorados y el traje rojo amarronado que le hacía juego. Aún seguía sorprendiéndome con su habilidad de crear escenarios a su gusto y según su estado de humor, los más irreales: plataformas de pisos de agua dorada con perlas cantantes sobre un fondo de atardecer, el cielo quemando su azul a un costado de un corazón color del cobre, las mariposas transparentes, avenidas parisinas con melodías de fondo de Vivaldi, los infinitos mundos debajo del mar... lo creaba todo; sin embargo, ahora estaba asustada de estar a quince pasos de su maldad, sólo veía su sombra y estar ahí, en ese túnel de subterráneo, me parecía una pesadilla construida para el momento.

Krudoh era el amante del suspenso, me lo imaginaba sintiéndose complacido al percibirme vulnerable a todas sus ficciones y podía imaginar sus ojos bravos, enrojecidos, acechándome. Sentía que era capaz de percibir el olor de mi adrenalina… Ese escenario estaba diseñado bajo las normas de la ingeniería del miedo, todos los sonidos de baja frecuencia alcanzaban los decibeles adecuados para hacerme llorar y el estúpido músculo de mi corazón latía demasiado fuerte, sus sonidos rebotaban en las paredes cóncavas y las ondas fluorescentes caían al suelo en horribles chorros de sangre… Finalmente la indestructible naturaleza del ser humano regresaba a mí y volvía a ser aquella mujer, la de antes, de cuando nacía, envejecía y moría. Era una completa locura: luego de siglos transmutando aún me quedaba carne en el cuerpo, esa carne que pensé extinta siglos atrás y que me estaba confundiendo al sentir como sentía.

Krudoh y yo nunca fuimos iguales, aunque alguna vez él y yo compartimos una historia cuando no se llamaba Krudoh, cuando no parecía un monstruo de alcantarilla y su nombre por ese entonces era Thiago. En aquel tiempo su aspecto difería demasiado del actual, la cabellera de rizos rubios la usaba suelta hasta los hombros, ojos dulces tono ámbar, nariz recta, dedos largos y finos, agilidad de atleta, rostro de niño, inteligencia más que superior. Su planeta estaba hecho de estrellas y él también. Thiago venía de la condensación de las estrellas de los cielos de Aries, fenómeno que ocurrió mil años atrás junto con una tormenta de meteroritos; tiempo después surgió en ese espacio un nuevo territorio con un único habitante, un lugar con aspecto de plasma que fue llamado Scene Aries. No tardó mucho en darse cuenta de su condición solitaria y empezó a viajar por el cosmos, consiguió el control sobre los elementos comenzando a auto controlarse él mismo, descifró el código de conexión con los puertos de comunicación de programas externos entrando a los agujeros gusano, aquellos conectores que transportan a universos diferentes y asimiló culturas, algunas de ellas culturas muertas, lo mismo hizo en las galaxias. Todo ese tiempo aprendió mucha magia hasta llegar a fabricar mundos fascinantes proyectando sus pensamientos con ayuda del plasma y con el tiempo logró que otros entrasen y participaran en esas realidades.


Y mi nombre, ¿acaso importa ahora?... de dónde vengo ¿es relevante?...Yo fui su desgracia y no merezco ser mencionada, arruiné sus mundos bellos y lo único que le dejé fue soledad, que no se compara si quiera con la soledad de ser el único habitante de un hermoso planeta. Lo único que merezco es la imprecación porque hice del basto territorio de Scene Aries un lugar horripilante y mísero donde no sobreviven los elementos y donde no existen los sentimientos, lo asemejé a un planeta extinto. Yo destruí su hogar y él quemó mi memoria en la puerta creyendo que ya había muerto. Llámenme Azuri aunque no importe mi nombre descosido y hecho mil trizas, ni mi maldecida raza, ni las millas ni los años que lo he venido buscando porque todo aquello se diluye y se hace nada sin su perdón.

Mi historia nunca fue como la del bello Thiago, mientras él tenía un mundo de caleidoscopio, yo no conocía el arco iris. Mis territorios comprendían los casquetes polares de un lejano lugar llamado Cianea donde lo más hermoso era la aurora dos veces al año y el espectáculo de la ventisca de pétalos de colores que venían remanentes de las flores de otros dominios en algún lugar del universo. En mi mundo, los cianitas conocimos a las flores por partes. Teníamos tres montañas desde cuyos picos más altos era posible acceder a las plataformas para la desconexión de los cuerpos mediante la saturación del ambiente con nitrógeno en cámaras acondicionadas.

Cuando hablamos de desconexión de los cuerpos nos referimos a la fascinante experiencia de dejar el cuerpo físico en una de las cámaras acondicionadas para tal fin utilizando la técnica de criogenización. El cuerpo queda congelado mientras la mente viaja a otros mundos y se es capaz de traspasar sin dificultad las barreras del espacio y el tiempo. Este viaje dura doscientos años, luego de los cuales volvemos a conectarnos con nuestra realidad material y transmitimos lo vivido a las nuevas generaciones. Sin embargo el acceso a las plataformas siempre fue restringido, de suerte tal que nuestra clase privilegiada vivía en una meseta y no nos faltaban los bienes físicos ni la tranquilidad; mas afuera de nuestra burbuja centenas de cianitas morían por problemas de circulación debido a que no tenían aislado, como nosotros, el gen portador de la cianosis; entonces su piel se amorataba y en algún momento fallecían. Hubo miles de decesos del mismo tipo mientras yo crecía en la meseta y no conocía el espanto. Nos habían hecho creer que ellos merecían ese destino porque empleaban “programas negros” para vivir, con conexiones a tierra no a los niveles de exósfera como nosotros. Me enteré de la verdad mucho después, a los quinientos años, mientras estaba desconectada, para entonces ya no me veía a mí misma como el primitivo ser humano, sino como una raza superior, la cianita; sin embargo él era diferente, siempre había sido diferente.

Gama de tonos cálidos y brillantes, la estrella Torian al norte, el abrazo de mis padres, el ritual con el agua y la ceremonia nupcial: Era la última aurora que vería en aquel año… el comienzo de mi aventura fuera de Cianea. Había demostrado aptitud y desarrollo evolutivo al nivel requerido para la prueba de la desconexión, luego de ello dejaría de ser aprendiz y me convertiría en maestra. Conocí a mi esposo esa misma mañana, se llamaba Nautaro, para cuando oscureció ambos estábamos entrando a las cámaras de la desconexión. Los cianitas solo se casaban una vez aún sin amor… Ya me había olvidado del amor en la Cianea… para mí era un concepto ligado al ser humano y a su debilidad. No odiaba al amor, sólo no lo sentía… en Cianea no había amor.

Debo decir que la Cianea, aparte de ser lejana, se encuentra cercana a un agujero negro del universo, junto con las estrellas marrones. Para desconectarse mediante el procedimiento de criogenia se precisan de avanzados programas estimuladores de la corteza cerebral los que hacen posible que la mente sintonice con la región del agujero negro y podamos viajar mentalmente a través del canal comunicador externo denominados “agujero gusano” y vivamos en mundos diferentes al nuestro.

Jamás le había revelado a cualquiera que no fuese cianita los mundos sorprendentes y los secretos que descubrimos todos aquellos que participamos de la experiencia... Primero hay un silencio y se anda en vaivenes y rebotes en medio de la oscuridad, sin gravedad, hasta que te cansas y abres la boca para gritar con todas tus fuerzas y romper el silencio y lo único que sientes es tu boca abriéndose entumecida sin sonido alguno, sientes el vacío del universo y tú como su único elemento. Ahí descubrí lo que era la soledad. Luego, impotente, sin mis sentidos, me dejé llevar por el interminable conducto donde de un momento a otro empecé a oír vocecillas y vozarrones de todas partes que cortaban como cuchillas la paz negra de ese túnel. Una vez que hube llegado a los bordes del canal me encontré con un espectáculo majestuoso, fue como ver una gran explosión multicolor sin sonido. Y me dejé llevar. Pronto estaba dentro de esa luminaria y era como una más de esas partículas de colores que nunca había visto. Al final de ese recorrido de transición entre dimensiones me encontré a mí misma volando hacia cualquier parte, registrándolo todo en la memoria. Ya no sentía mi cuerpo, ahora tenía la misma densidad del aire y era un holograma andante.

Hice ese viaje por el universo y adquirí conocimientos técnicos y científicos de mundos desconocidos aprendiendo de seres nuevos para mí, pero sus rostros cambiaban de expresión pasando de la serenidad a la preocupación o acaso la compasión cuando les mencionaba que venía de la Cianea. Al principio pensé que sería por la lejanía y las difíciles condiciones del territorio sin embargo luego intuí que ellos me ocultaban algo y se esforzaban en hacerme sentir alegre mientras estaba en sus lugares. Se me hacía difícil pasarla bien cuando esos desconocidos me miraban con sorpresa sino con lástima.

Pasaba una temporada en Briyidul, en las fiestas de culto a la constelación de Orión y Rigel, su estrella más grande, que brillaba blanca y azul… Me recordaba a la fea Cianea… tan de blanco, tan de índigo, tan grande, tan lejana… aún así el único lugar del universo que me esperaba.

El culto a Orión es uno de los eventos al que concurren gran cantidad de viajeros venidos de todas partes y durante siete días Briyidul se llena de alegría, rodeándose de una luz violeta. Ahí fue donde conocí a Thiago; me habló de Scene Aries, de las proyecciones, de su habilidad para hacer que otros entrasen en sus escenarios, y el último día me invitó a visitar su territorio. Habrían transcurrido más de una centena de años de mis viajes y después de haber vivido experiencias sorprendentes un fenómeno inusual más no estaba de más y me preparé para la aventura con Thiago.

De lejos, Scene Aries emite destellos rojizos y, como dije, tiene la contextura del plasma, material con el cual Thiago diseña los escenarios. Cuando llegamos había un enorme palacio rodeado de jardines de flores hermosas que yo había visto llegar a mi planeta por pedazos, criaturas exóticas, seres pequeños que jugaban en los campos, mares turquesas, aromas deliciosos y sonidos nuevos para mí. Recuerdo que ese día llovía escarcha rosada. Recuerdo haber tenido ganas de morir ahí, en ese paraíso. Recuerdo haber volteado para mirar a Thiago y éste dijo:

- “Es mi mundo, ojos violeta… La soledad me rodea… todo lo que ves es invento mío para sobrevivir a la monotonía” – luego agregó: “Soy un ser demasiado sensible e influyente en el mundo en el que vivo, todo aquí cambia según mi estado de ánimo. Soy la fuente generadora de mi propio ambiente, si algo triste me llegara a pasar todo alrededor se deprimiría conmigo, si llegara a morirme este lugar se extinguiría conmigo; así que debo ser feliz y estar alegre para que en Scene Aries vivan la magia y la fantasía”
- Imagino que se te hace difícil enfrentar el hecho de ser el único habitante real, ya que el resto son como espejismos ¿cómo olvidas la soledad?
- En este mundo no se puede olvidar la soledad, ella existe aunque nosotros dejemos de hacerlo. Si yo muriera no se acabaría la soledad; sólo puedo hacer lo posible para no dejarme vencer por ella, por eso viajo mucho y conozco otros seres. Ya había conversado antes con hologramas parlantes como tú jajaja.

Entonces sonrió y empecé a debilitarme como si su mirada, su sonrisa, sus palabras, tuviesen un efecto poderoso sobre mis nervios y mis sentidos. Sentía que alguna parte de mi voluntad se adormecía al solo hecho de estar tan cerca el uno del otro, sólo sabía que necesitaba de más aire en mis pulmones, que las pulsaciones se salían del promedio normal y pensaba en la semana del ritual en honor a Orión y que los mejores momentos vividos hasta ese entonces habían sido con Thiago, al que tenía frente a mí.
- Es que así somos cuando viajamos por el universo, nuestro cuerpo de materia se queda en casa y lo que ves es un holograma. – añadí.
Descubrí universos fascinantes en el tono ámbar de sus ojos, había tomado mi mano y en ese momento salió una aureola boreal en el cielo, un viento suave nos envolvió; yo sólo tenía ganas de vivir ahí con él para siempre y sentía que el corazón se me oprimiría si ese momento acabase. Nunca había tenido esa sensación de casi un vértigo, estaba en el limbo con una alegría inexplicable.
- Siento como si el tiempo se hubiera detenido. Quisiera que te quedases aquí conmigo y compartirlo todo. A pesar de haber conocido tantos seres y de haberlos hecho entrar con la mente en mis mundos, o de manera directa como te traje a ti, ninguno de ellos me había hecho sentir como ahora me siento.
- ¿Qué es?... Me pasa algo, siento una angustia terrible al pensar en la idea de tener que irme y no volver a verte, Thiago.
Él se acercó y sus brazos rodearon mi cuerpo… Mis manos en sus hombros… Nuestros rostros acercándose… y los labios rindiéndose el uno al otro.

Habité en Scene Aries cincuenta años más, compartiéndolo todo con Thiago, sin embargo dos meses antes de cumplirse los 200 años de mi desconexión, pesadillas empezaron a mortificarme: Otra vez regresaba al destello de colores, luego al canal del agujero gusano como transición hacia mi cuerpo dejado en la Cianea, empezaba a sentir demasiado frío y se acercaba el momento de la salida de la cámara de criogenización… entonces, ya unida al cuerpo, salía. Luego los maestros cianitas hacían elevar la temperatura de mi cuerpo y yo fallecía al cambio brusco de temperatura. Por último aniquilaban a Nautaro y a toda mi familia.

Influenciada por estos repetidos sueños horribles, un día difícilmente decidí que lo mejor sería dejar Scene Aries y volver a mi destino en la Cianea… El programa de desconexión es un programa automático, caduca a los 200 años, lo que quiere decir que sino regresaba el día en que se cumpliesen los 200 años, sería el mismo programa el que acabase conmigo.
- Finalmente te vas…
- Debo regresar a Cianea. Soy un holograma, no soy real.
- Para mí sí.
- Mi cuerpo no está aquí, sino regreso a Cianea en tres días el programa me eliminará.
- No puedo perderte. Si te conectas a tu cuerpo dime cómo haré para recuperarte. Te necesito… te amo…

Hubo una promesa que iba más allá del espacio y del tiempo. Volveríamos a vernos cuando recuperase mi cuerpo. El conocía las coordenadas para ubicar Cianea y en una semana nos encontraríamos en Briyidul, listos para huir a Scene Aries.
Llegado el momento atravesé el canal gusano y ya estaba de regreso en Cianea. Recuperé mi cuerpo. Viví con mi esposo Nautaro cincuenta años más, fuimos Grandes Maestros de la Cianea y tuve dos hijos. Sin embargo sucedían cosas raras cuando enseñaba y me tocaba relatar experiencias, sentía como si buena parte de mi vida afuera se hubiese perdido de la memoria. Me parecía que Nautaro contaba con más recuerdos que yo; y, por alguna razón sentía como si me apretasen el corazón tan pronto presenciaba una aureola boreal. Se llamaba nostalgia… este sentimiento humano, un obstáculo en la Cianea. Algo había ocurrido en la desconexión, algo que yo no conseguía recordar. No me explicaba porqué en mis sueños había tanta belleza y de un momento a otro todo se derrumbaba y daba paso a la destrucción, a lo lejos, como un eco alguien decía: “el paisaje está matándome”. No podía estar tranquila.

A pesar que no estaba permitido, hurgué en los archivos de los programas y encontré que los Patriarcas de Cianea tenían uno registrado como “Suprem” “programa supresor de recuerdos”. Según la sinopsis, este programa servía para la eliminación de recuerdos no científicos que pudiesen afectar la naturaleza de la raza cianita”… Ahí estaba la clave, habían “borrado” parte de mi vida a su antojo y no paré hasta que encontré mi registro personal de los últimos cien años: … ¿Briyidul?, ¿Scene Aries? No recordaba que ese último nombre haya sido importante para mí. Al ver los registros revivieron en mi los recuerdos de las fiestas del culto a Orión y de cuando conocí a Thiago… me invitó a Scene… Aries… y luego, nada más.

Huí de la Cianea preguntando por todo el universo dónde quedaba Scene Aries, mi viaje no fue tan fácil, ya no era un holograma que en segundos estaba en el planeta más próximo. En la travesía me encontré con los seres que mencionaba al comienzo de esta historia, me veían con compasión y ahora sí me podían decir porqué, porque a todo cianita les borraban parte de sus recuerdos, eso era lo único que sabían. Les hablé de “Suprem” y supe que yo había sido la única en desertar de aquella tierra. Tenía que saber qué pasó después del rito de Orión, si es que alguna vez llegué a Scene Aries. Seres de un extraño territorio del cual, por seguridad, prefiero no decir el nombre, me ayudaron. Estimularon mi corteza cerebral y en una semana comencé a recordarlo todo y como resultado, a sumirme en la depresión más terrible. Para entonces, ya había transcurrido un siglo desde que dejé a Thiago en Scene Aries, para entonces ya tenía en la mente el camino a sus dominios, para entonces Thiago se llamaba Krudoh.


No fue fácil caminar en ese escenario de pesadilla y antes de que lo ubicase a él, él me ubicó a mí y me hizo entrar en una espantosa realidad subterránea. A cierta distancia le conté mi historia y mientras avanzaba en mi discurso, el túnel se derritió, el cielo anochecido se rompió con un estruendo, las bestias vociferaron y aquél que tenía cerca, aún de espaldas, recostado en la columna, ladeó la cabeza y volvió a llamarse Thiago. Dos lágrimas habían caído al suelo, resquebrajándolo. Después de cien años aún seguíamos siendo los mismos.

viernes, 18 de marzo de 2016

MALDITA EN TU DICCIONARIO


(...) 
"...No habrás preparado aún la cena, ni la cama;
Ni será la hora ni el día que planeaste,
se fugarán las llamas de la hoguera y vendrán a dormir en mi lengua
como criaturas obsesas, diabólicas y huérfanas;
tú y un último ruego volarán cual palomas a mi boca
y ya no podré elevar ese último beso tierno,
no recordaré ser carne ni ser del tiempo,
seré un ser sin alma ni sexo;
y cuando por primera vez te suene mi nombre a silencio
la muerte recostada en su asiento equivaldrá a miles de ecos,
entonces sabrás lo que es hacerle el amor a un recuerdo."

(fragmento)

viernes, 22 de enero de 2016

Microrrelato: "Muchacha de lluvia"


Ella saludaba a la lluvia girando en puntillas sobre sí, haciendo volar sus trenzas. Me recordaba a la infancia. ¡Cómo le olía a manzanilla el cabello!, yo volaba con ese ángel indiferente desafiando al cielo, para luego caer en cuenta de que soñaba despierto.


Botines rojos. Flequillo disperso. Ojos de agua. Falda con vuelo. Hoyuelo y mentón traviesos. Azul intenso el cielo... Mi alma arrobada se estancaba en el hoyo cálido del vértice de su rodilla y su cuaderno; y ahí, deliciosamente sin prisas, moría. ¡Ahh!…¡Poesía…!